sábado, 14 de junio de 2014

El antídoto frente a nuestra magia





Pues sí. Así es. No sé por qué. Mis poderes mágicos han dejado de tener efecto sobre los humanos. Me ha llegado ese fatídico día que todos los perros mágicos tememos.

Ya que ya no me son de utilidad, estoy aquí para quebrantar la regla de mayor calibre que tenemos los perros mágicos, y ésta es, contaros a vosotros, los humanos, que muchos de nosotros tenemos una serie de capacidades mágicas que nos hacen poder controlaros a nuestro antojo. Nos basta con una simple mirada, un simple ronroneo, o tocaros levemente con nuestra patita para conseguir que hagáis lo que queramos.

Después de casi un año poniéndolo en práctica parece que a mí se me ha acabado el chollo.


A mí me ha bastado siempre con ponerme cerca de la mesa donde comen para conseguir que me diesen comida. Esto es un poder muy preciado en nuestra especie. Me sentaba entre dos sillas mientras mi familia comía, les miraba, ronroneaba un poco, mientras en mi cabeza resonaban las palabras mágicas que no puedo transcribir aquí pues no tienen traducción al idioma humano. Sonarían algo así como” Comerum todum vuestrum sobrus”.

Había veces que la cosa se complicaba. Me decían que ya había comido demasiado, o que no me había terminado mi “comida” (eso dáselo a otro). Sin embargo, en esas ocasiones yo me venía arriba, y sacaba mi arma maestra: Les daba con la pata mientras soltaba un pequeño lloriqueo. Infalible.

Esto ha cambiado y yo sé quién es el culpable. Todos los perros con poderes sabemos que tenemos una especie rival con la que llevamos ya muchos años en una guerra sin parangón, sin tregua. Una especie que ha ido aumentando su número en los últimos años, y que podemos encontrar en cualquier ciudad del mundo. Sus poderes son tan superiores a los nuestros, que en vez de intentar hacerles frente, lo que buscamos es cruzarnos en su camino lo menos posible. Pero hasta que descubrimos lo que nos hacen, no oponemos resistencia. Nos fiamos de ellos. Cuanto nos equivocamos...

Podéis encontrarlos en pequeños locales por la calle. Los reconoceréis porque van vestidos con bata, y parecerán muy agradables a simple vista. Os ofrecerán caricias, os ofrecerán chuches, os sonreirán… ¡No caigáis! ¡Es una trampa!. Se hacen llamar “VETERINARIOS”

Una vez estéis dentro será vuestro fin. Utilizarán diversos artilugios para haceros daño. Os pincharán, os sacarán sangre y os mirarán todas las partes del cuerpo por mucho daño que os hagan al hacerlo. Encima lo harán mientras hablan con vuestros dueños, mientras se ríen y comentan tranquilamente todo lo que os va pasando.

Y finalmente, antes de que acabe la visita a esos sitios alejados de la mano de Dios, dirán el contrahechizo que inmunizará a vuestros dueños ante vuestro poder. “Esta gordo/enfermo. No puedo comer más que su comida”

A partir de ahí todo cambia. Perdemos nuestro poder. Se hacen inmunes a él. Sobre todo cuando están en grupo. A veces podréis ver como uno flaquea, que está a punto de volver a caer frente a vuestro conjuro, pero siempre aparecerá su hermano, su madre, o quién sea, en el que el antídoto funciona aún a la perfección , y conseguirá mantener el contrahechizo en alza, y os dejarán sin comer nada más.

¿Una solución? Aislarlos, no les dejéis comunicarse. Coger al eslabón más débil de la casa y llorarle cuando no tenga a nadie cerca. 

En este tiempo he comprobado que los poderes de los veterinarios van perdiendo eficacia con el tiempo, que nuestros dueños empiezan a dudar, y que por eso periódicamente nos hacen acudir a dichos centros, para lograr que el poder del contrahechizo recobre la fuerza necesaria para que funcione.

Si aislas a uno es vuestro. No lo dudéis. En ese momento llora, mírale y usa toda tu magia. Va a caer.

Por eso hago un llamamiento desde aquí a todos los perros mágicos del mundo. No caigáis en la trampa. No vayáis al veterinario. Conservad vuestro poder. Es vuestra mejor arma


Guau!

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